miércoles, 17 de marzo de 2010

Cuando la violencia toca a la puerta o mejor dicho al atrio…


Por todos los medios de comunicación (incluido el más efectivo que es el boca a boca), sabemos que en Guatemala estamos “jodidos”. No sólo es lo económico ni los niveles de corrupción que campean como si no pasará nada. La violencia nos está matando, y lo digo con toda la fuerza que tiene la expresión. Hemos llegado en estos meses a la cifra, por demás alarmante, de 20 muertes violentas a diario (claro las registradas, porque si sumamos las que no se registran podemos sumar muchas más).

Uno de los graves problemas de la violencia es que la hemos asimilado, se ha convertido en el pan nuestro de cada día. Se nos ha olvidado que la violencia llama a que busquemos canales de alteridad para encontrar una solución adecuada al problema.

Se preguntarán a que viene este comentario, pues muy simple, hace unos días me ha tocado presenciar uno de esos asesinatos por encargo. El lugar: atrio de la Iglesia Rectoral Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

Así es, hoy a las 6.00 pm inicié una Eucaristía de novenario de difunto, estaba en el acto penitencial, cuando levante la vista me encontré con que un grupo pequeño de personas (5 más o menos) entraban por el pequeño atrio de nuestra iglesia, de pronto entra alguien corriendo por detrás de ellos y sin mediar palabra le dispara certeramente al único varón que iba en el grupo. Al asesino, según me dijo luego el señor que cuida carros lo estaba esperando una moto, al mejor del estilo del sicariato latinoamericano.

Como se imaginarán el caos se apoderó de la feligresía, entre quienes, al parecer, había gente armada que, por dicha, no reaccionaron de inmediato, de lo contrario se hubiese armado una balacera.

Un poco sumergido en el caos, pude asistir sacramentalmente a la víctima antes de que fuese llevado al hospital en donde falleció a su ingreso.

El resto nos quedamos para rezar un poco y calmarnos. Luego de un buen rato continuamos la Eucaristía con un pequeño grupo de gente que se había quedado.

En otros tiempos a otros frailes les tocó vivir la violencia utópica del querer cambiar nuestros rumbos, era otro tipo de violencia y de zozobra. La zozobra de vivir en un país en donde el absurdo del asesinato campea no deja espacio ni para respirar ni para ver utopías. Este asesinato que me toco presenciar me ha vuelto a situar en la frágil línea de fuego en la que vivimos los más de doce millones de guatemaltecos que cada día salimos de nuestras casas sin tener certeza del regreso. No quiero sonar pesimista, pero después de lo que mis ojos vieron hoy, se me hace difícil pensar que pueda existir una solución a corto o mediano plazo.

No hay comentarios: