sábado, 25 de abril de 2009

Cuando el protocolo es insuficiente...

Anoche tuve la oportunidad de compartir con Albertina Pop y su familia un momento muy especial: le fue conferido el título de Licenciada en Ciencias Jurídicas y Sociales (Abogada y Notaria) por la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar.

Albertina, es una mujer Q´qchi y fue secretaria ejecutiva del Centro Ak´kutan de los dominicos en Alta Verapaz, durante 13 años. Era lógico que estuviesemos con ella celebrando en este momento tan importante para una colaboradora y amiga como lo es Albertina.

Puestos a lo esencial anoche sucedió algo que, aunque por pocos momentos, irrumpio en el protocolo y denotó aquello de lo que carece el mismo: gestos de humanidad. Efectivamente, una graduación universitaria es, o por lo menos a mi me parece, un acto poco emotivo y muy burocrático, casi automatizado. Me parece que muchas veces "lo protocolar" le quita la vida al momento. Sin embargo anoche, cuando llamaron a Albertina para que le impusieran la beca universitaria y firmase el libro correspondiente, de entre el silencio espectral de los asistentes, se dejaron oír un par de voces que decía "mamita, mamita, bravoooo", eran los dos pequeños hijos de Albertino (ninguno supera los 7 años).

Ese gesto valio tanto o más que el acto protocolar, ese grito enternecio a todos en el salon, y seguramente trajo a los corazones de las demás familias, los momentos de esfuerzos y sacrificios que cada uno, en este caso Albertina, llevaron para obtener un título que les ayude a desenvolverese en un sociedad que exige cada día más gente cualificada para ejercer profesiones como la abogacía y el notariado.

Ese grito de "mamita..." no estaba contemplado en el protocolo, pero gracias a ese gesto humanizamos ese acto burocrático y lo convertimos en lo que es: una celebración del esfuerzo y del empeño por superarse en medio de las dificultades que cada uno llevamos a cuestas.

Felicidades Albertina...

martes, 21 de abril de 2009

Honrar la Vida... A propósito de la Pascua

La Pascua de Resurrección es el modo por el cual Dios honra la Vida. No hay mucho que decir, simplemente que intentemos ser honradores de vida.

viernes, 3 de abril de 2009

De la víctima masacrada a la dignidad recuperada. Para entender la Pascua


La fe cristiana está sentada sobre un acontecimiento fundamental que marca la interpretación de la vida y del cosmos que como creyentes hacemos. Ese acontecimiento es la persona de Jesucristo en la historia. Más aún sólo comprendemos que Jesucristo es acontecimiento salvífico a la luz de la Pascua, a la luz de su paso por la muerte y de su reincorporación a la vida por medio de la Resurrección.


Esto significa que Jesucristo, en cuanto resucitado, es el eje que marca nuestra historia personal y comunitaria. Pero ¿cuándo y por qué surge esa conciencia? ¿era tenido por tal por los seguidores de la primera hora?

Parece ser que para los primeros seguidores no fue fácil descubrir la plena magnitud de lo que Jesús de Nazareth, la víctima masacrada por el poder político y religioso de su tiempo, quería revelar. En un primer momento tienen miedo y abandonan a aquel que va a ser martirizado, torturado, ensangrentado, roto en su dignidad (Mt 26-27; Mc 14-15; Lc 22-23).

Para una lógica en la que Dios se presenta como vencedor, defensor del justo, todopoderoso y justiciero (que no justo), la forma en la que Jesús es vilipendiado parece estar fuera de lugar.

No es posible que a Dios le agrade la inmolación de víctimas “si ofrezco un holocausto no lo aceptas. El sacrificio a Dios es un espíritu contrito, un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias.”(Salmo 50). Entonces cómo comprender que Jesús de Nazareth, el que va a ser resucitado por el amor del Padre, tenga que ser una víctima masacrada para alcanzar la resurrección.


Podríamos responder desde una teología del sacrificio. En esta teología la masacre, el holocausto, es querido por Dios para liberar al mundo del pecado. Sin embargo, creo que no es lo fundamental de la entrega. Si nos quedamos en una teología del sacrificio corremos el riesgo de admirar demasiado el dolor y el sufrimiento olvidándonos que esa realidad absurda solo está en función de una realidad más absoluta y más auténtica: La Resurrección.

El esfuerzo de los seguidores de la primera hora, y también el nuestro, está en descubrir que detrás del sacrificio está una teología de la solidaridad y de la esperanza. En efecto, Jesús acepta el dolor y la masacre que en él realizan los poderosos de su tiempo, solo en función de hacernos descubrir que, a quienes han sido oprimidos por los que se sienten satisfechos, les será devuelta su dignidad, todo el discurso de las Bienaventuranzas cobra sentido a la luz de la Resurrección (Mt 5; Lc 6). El himno del Magnificat (Lc 1, 46) se puede proclamar cuando hemos visto en Jesucristo, el resucitado, la victoria de la dignidad sobre la iniquidad.


El oprobio del pecado que destruye la dignidad del ser humano no puede ser mayor que aquello que Dios ha infundado en cada ser humano: su dignidad. La dignidad está más allá de los juicios que los seres humanos hacemos sobre las personas, la dignidad es un don obsequiado a todos y todas por el simple hecho de existir.

Todo esto viene bien para que en esta nuestra Guatemala, podamos vivir una verdadera Pascua, en donde demos el paso de una vivencia religiosa que acentúa en demasía el sacrificio a una experiencia cristiana que da relevancia a Jesús Resucitado, en quien podemos encontrar un camino de dignificación de un pueblo que ha sido y sigue siendo una víctima masacrada.