sábado, 3 de mayo de 2008

El Espíritu Santo, el Señor y Dador de Vida


Hemos vivido la cuaresma como un camino que nos llevó a la conciencia eclesial de ser una comunidad, ante todo, pascual. La cuaresma nos ha introducido, por así decirlo, en este maravilloso tiempo pascual en el que constatamos y proclamamos que la muerte, que la violencia, que la intransigencia, la corrupción, la mentira, que el engaño y la intolerancia, no pueden ser la palabra sobre la cual se funde la realidad humana. Por el contrario, según la pascua, es la vida humana, redignificada en Jesucristo, la ultima, definitiva y verdadera Palabra que se muestra como el fundamento para la vida de los hombres y mujeres que conviven en una comunidad eclesial y que a la vez pertenecen a una sociedad que debería ver en ellos el signo de vida que se espera como alternativa en una sociedad inmersa en la violencia y la intolerancia.

Lo anterior me sirve como introducción para recordar que la pascua, al igual que la cuaresma, es un camino. En efecto, la pascua es el tiempo que nos introduce en el tiempo del Espíritu Santo. Si tuviésemos, por razones pedagógicas, que dividir la historia diríamos que la historia del pueblo de Israel es el tiempo del Padre, mientras que la presencia física y transfigurada de Jesús el Cristo, es el tiempo del Hijo. Y desde la ascensión hasta nuestros días es el tiempo del Espíritu que se traduce en la acción de la Iglesia.

Todo esto está muy bien, pero quisiera llamar la atención sobre una nota del Credo que nos ayuda a comprender que significa eso de que, al ser Iglesia, somos y vivimos en el tiempo del Espíritu Santo. La nota del Credo que quiero subrayar es que, este Espíritu (presencia presente de Dios en la historia humana contemporánea), se muestra real y verdaderamente como aquel que es Señor y Dador de Vida.

Esta nota tiene mucho significado para los guatemaltecos que desde hace varios meses, por no decir años, venimos viviendo el dolor de la violencia. Violencia doméstica (¿cuántos femicidios van en estos cinco meses del año?), violencia delincuencial (te asaltan y te quitan la vida por objetos que no valen lo que vale la vida humana), violencia racial ( seguimos siendo racistas e intolerantes), violencia psicológica (las agresiones verbales o que proceden del mundo de la imagen son el pan de cada día), todo esto aderezado por la corrupción del estado (jueces, ministros, diputados y gobernantes que no sabemos a qué intereses sirven), mentiras y mentiras por parte de quienes nos guían (ahora resulta que hasta los cien días era una “promesa de campaña”).
Todas estas heridas hacen que la Vida se sienta desangrada. Y es ahí, en ese desangramiento en donde la fiesta de Pentecostés que este año caerá 11 de mayo, cobra vigencia. Ese Espíritu que ha sido derramado sobre nosotros es el Señor y Dador de Vida. Es el paráclito, el que está junto a nosotros, la Iglesia, para dar signos de credibilidad a esta sociedad guatemalteca que empieza a creer que la muerte y la intolerancia, que la justicia por las propias manos es la última palabra. El Señor y Dador de Vida nos dice: sean agentes de cambio, cambien a Guatemala desde lo más profundo, vean las Escrituras escudriñen aquello que el Honrador de Vida (Jesucristo) hizo y fijen sus acciones en sus acciones y verán que Otra sociedad es posible. Ser cooperadores en el ejercicio de honrar la vida en consecuencia y comunión con el Señor y Dador de Vida es nuestra misión después de haber reconocido que Jesucristo es la Palabra viva del Padre en quien la Vida, como destino único y verdadero se ha manifestado. ¡Feliz y comprometida fiesta de Pentecostes!

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